martes, 13 de mayo de 2008

Certifiquemos a los consumidores...



¿Quién certifica los esfuerzos que hacen los países consumidores de drogas para reducir el consumo entre sus habitantes? Estos países, usualmente del "mundo desarrollado" tienen el poder para "certificar" o "de-certificar" a aquellos países por cuyo territorio se trafican drogas. Señalan, con los dedos hinchados por el consumo de substancias, a aquellos "que no cumplen" con sus compromisos en la guerra contra el tráfico de drogas.

Como todos sabemos, si no hubiera consumo, no habría tráfico de drogas. Los consumidores en países ricos, desarrollados, han impulsado el tráfico hasta llegar a niveles espeluznantes. El mayor mercado de cocaína en el mundo, los EE.UU. consumen un estimado de 500 toneladas anuales de esta droga. ¿Significa esto que todos los estadounidenses son consumidores de drogas? Por supuesto que no. De acuerdo a estadísticas propias de EE.UU., en este país existen alrededor de 3.5 millones de adictos y unos 9 millones de usuarios ocasionales de cocaína. A pesar de estas alarmantes estadísticas, los EE.UU. han reducido, de manera notable, su número de adictos a la cocaína durante los últimos 15 años, aproximadamente en un 45% desde los días álgidos de consumo a principio de la década de los 90 del pasado siglo. Aún así, los decomisos de cocaína en territorio estadounidense se han reducido, en el mismo período, en un 50%, lo que probablemente se relacione con el llevar las medidas contra el tráfico a territorios de México, Centroamérica y la región del Caribe.

Al contrario, algunas sociedades europeas han visto un incremento del consumo local y, por ende, el tráfico: España, el Reino Unido, Italia, Francia y Europa del Este, en ese orden, han incrementado substancialmente sus niveles de consumo de drogas. De manera alarmante, en España, el índice de consumo de cocaína se ha incrementado exponencialmente, particularmente entre chicos de edad escolar. ¿Qué pasa? Sencillamente que se han creado nuevos mercados para los narcotraficantes, que desarrollan nuevas rutas para el tráfico, por Africa, el Mediterráneo y el Estrecho de Gibraltar.

Si diéramos una certificación a los países consumidores, certificaríamos a EE.UU. y de-certificaríamos a la mayor parte de los países europeos por su incrementada afición a la cocaína. Aún así, la marcada reducción de decomisos de droga en territorio de EE.UU. haría que la certificación de ese país estuviera en la balanza.

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